domingo, 22 de febrero de 2009

maduro de aguas


La tarde oprime entre sopores de canícula y pirules, era de agosto la cosecha que desbrozabas con los dedos y una brisa de iridio plañía las ventanas al ardor del mediodía; enraizada al suelo, allí donde al arado brota de cortezas la espesura del verdor en los acantos, el hallazgo de tus ojos: savia de mar en el desierto; y así, maduro de aguas, –tu crótalo curtido entre mis sales- ungirías venenos de nardo en mi garganta.

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