sábado, 10 de julio de 2010

La tierra en que florece



Me enamoré de un hombre-mariposa que desprendía brillo de sus alas; mis ojos no percibían más que su presencia. Un día, lepidóptero -por fin-, me llevó hasta un árbol, y al entrar por el hueco de su tronco, la oscuridad me penetraba; desde entonces, día y noche lo dejé batirse entre mis vuelos: Un aire tibio nos desanudó las alas..
Ahora soy tierra que lo habita y, una pequeña oruga le florece en las entrañas.